A las mujeres, en medio de una sesión de tortura, nos decían: “pobrecita”.
Estocolmo
Mientras me matas me das tus condolencias
por esa muerta que pronto tendré dentro mío.
Ella será como una bacteria que lo soporta todo.
Ella será como una madre fría.
Irá haciendo con cada uno de tus horrores, un terrón de
azúcar.
Uno pequeño que atará a las puntas de mi pelo.
Tendré así un peinado dulce que engañará a todos,
menos a las abejas.
Estarán ellas arriba de mí, punzando mi cabeza.
Detectando lo amargo que es el ocultamiento.
Hoy la muerta que me pusiste para que te amara
se ha deshilachado,
como se deshilacha el vestido de una momia.
Es sólo un hilván que asoma con vergüenza
por debajo de mi nueva falda.
La plisada, la que tiene arrugas,
la que baila su pausada extradición de los genes.
Y estoy aquí, deportándome de ese lugar que no debí
conocer.
Presenciando en mí
el silenciamiento final de la nieve.
© Blanca Lema
Terrible y hermoso...
ResponderEliminarVerónica M. Capellino
Que fuerte. Gran poema
ResponderEliminarPoema para releer, genial sin dudas gracias!!
ResponderEliminarUn poema con mucha fuerza .
ResponderEliminarGracias.
Ana Romano.