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16/12/21

Poema de Ricardo Rojas Ayrala

 


Último argumento de cualquier Eurípides

para disuadir a una jauría


“Padre del manso alivio, acude leve.”

Antón Arrufat


Si acaso supieran, ustedes,

nobles asesinos,

que siempre luché a favor de la razón,

la belleza y la piedad.

Si apenas pudieran vislumbrar el sentido

de la palabra justicia.

Quizá.


¿Qué gobierna vuestro juicio?

¿La venganza? ¿La ira?

¿Una cantidad exacta de monedas fenicias?

¿Alguna violenta sinrazón?

¿El hambre, apenas?


Si no tuvieran tanta sed de sangre,

en este caso,

la de un pobre y resignado literato...

Como a cualquier insensible asesino de Nubia

esos ardores les ciegan el entendimiento,

si es que a él tienen acceso, ustedes,

de algún modo.  


Pero yo no les niego mi carne

por cobardía... No.

No puedan malinterpretarme.

¿Quién, cinco segundos antes de morir,

no aguarda al deus ex machina,

que lo salve de atravesar estos abismos?


Sólo necesito algo de tiempo,

un poco de tiempo. Sin duda.

Unos instantes más,

al menos, ahora.

¿Quién no los necesita?

No es clemencia

lo que solicito a vuestra avidez,

nobles asesinos.


Horrores más grandes que estos

me esperan, intuyo,

en la quietud de la eternidad.

porque únicamente los justos,

ya muertos,

son los que duermen felices

estos olvidos.


Dulces dentelladas.

Temibles tarascones.

Oh, sangre mía.

Oh, bárbaros.


© Ricardo Rojas Ayrala


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