LA PELOTA DE CAUCHO
En el campito chuteaban con vejiga de toro,
era dura, se cuarteaba cada tanto
y había que volver a la de trapo, de medias
no
porque su mamá le dijo
que aún con agujeros eran sagradas.
El changuito del otro lado de la vía, dueño
de una de cuero redonda, redondita
con la que se podía hacer de chanfle,
siempre elegía el equipo y el arco.
Mi papá niño no supo que los reyes magos
pasaban por villa Amalia ni
de ese lado de la vía hasta que una señora
llamada Evita los mandó por ahí
y desde un camión repartían pelotas de
caucho
marrones, rayitas amarillas
rebotaban, rebotaban infinitas y cada quien
le hizo una marca a la suya, mi papá niño
escribió
“Miquicho” para jugar alguna vez con la
propia.
Los trapos quedaron para armar el arco.
© Ohuanta Salazar
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