EL MUSEO DE LOS AYERES
En la piel del lodo aún late embadurnado el
eco de mi primera costra
El lirio que nació en ella como futo de las
caídas
su árbol penitente que abría su fronda en
los brazos de mi madre
levantando el alivio con hielo y la sutil
suspicacia de su calor
eran los días del retoño
la tierra estaba tan cerca a las canciones
que las manos siempre andaban naufragando
entre las dunas del patio
y con las hojas nos mirábamos cara a cara
los párpados
y compartíamos los pensamientos con los
pensamientos que nacían hasta
en la boca de los ladrillos
desparramados oleajes de viento
supe que incluso el rugido del león se
sopla cuando se encuentra uno
de sus dientes a la vera de los pasos
madre me enseñó a soplarlos fuerte como si
estuviera rugiendo desde
la selva de mi ser, un rey con astrolabios
de espinas
que alza un temblor de pétalos afilados
para siempre,
cada día cazábamos tesoros
abríamos anchas praderas de huecos
en las que estirábamos los brazos hasta el
centro de la tierra
esqueletos de alforjas
suspiros incendiados
fragmentos de nieve
juguetes sin memoria
armaduras de espejismos
jamás una moneda de nada sacamos
madre nunca nos dijo que no
porque en la cena siempre enumerábamos cada
remolino disecado
y lo instalábamos en el museo de los ayeres
como si nos estuvieran contemplando
desde algún otro extravío de sus sombras
Cada esquina se fue llenando de reinos
En cada migración de un nuevo pastel cada
año
Seguimos rugiendo ante un ejército de velas
Que fue creciendo
Hasta quedar solo una luz grande en el
centro de la mesa
Que estallaba con pólvora hasta el techo
del tiempo
El diente de león ahora estaba lleno de
sueños
Temblor de pétalos afilados
Que quedaron flotando en astillas de
chocolate
Hasta que madre doblaba el mantel
Y lo guardaba en el cajón junto a los
viejos cuadernos,
Las ovejas del pesebre, las huellas
digitales, las fotografías,
Viejos remiendos
Y nos daba un beso en la frente
Que aún conservamos
En un jardín de estrellas inhóspito
Donde salimos a jugar cada vez que buscamos
Nuestra colección de cicatrices.
© Jorge Valbuena
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