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4/12/21

Poema de Estela Zanlungo

  


Avellaneda 

 

El abuelo tenía la costumbre

de tararear el tango Adiós muchachos

con la letra cambiada.

 

Nosotras admirábamos la fortaleza de sus brazos,

las mangas de la camisa

por arriba del codo en pleno invierno,

la rigurosidad al disponer

las herramientas del galpón.

 

Los domingos de tarde,

cuando las nenas de seis años

jugaban a tomar el té con las visitas,

él me llevaba a lo más alto de la platea Vitalicios,

desde donde los hombres se veían minúsculos

alrededor de las banderas.

 

Cuando se terminaba el primer tiempo,

el abuelo sacaba del bolsillo un billete marrón,

que me sobraba

para una tableta de Suflair

más grande que mis dos manos juntas.

 

Cada tanto, la voz del estadio

Decía Informa Casa Muñoz,

y yo me concentraba en escuchar

porque debía ser algo importante.

 

El tono del regreso era una incógnita,

pero a veces el abuelo cargaba las tintas

en once perros, once caballos

u once presos.

 

© Estela Zanlungo

10 comentarios:

  1. Tremendo final!!! Graciela Corrao

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  2. Muy visual, casi narrativo. Me encanta.

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  3. Qué hermosos recuerdo de tu abuelo, mi abuelo, los abuelos. Un abrazo Graciela Barbero

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  4. gracias Gus! gracias a cada unx por los comentarios!

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  5. Cuánta vitalidad en pocas palabras.Ese narrar despojado, duro, directo, sin vueltas, como el abuelo, gigante amoroso. Qué maravilla!!!

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  6. Una bella historia de infancia, de esas que dejan un sello indeleble en el corazón.Bello el abuelo, casi escucho su voz y toco sus brazos fuertes en el poema.
    Un abrazo
    Juany Rojas

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  7. Impecable. Que cierre el cierre del abuelo !!Excelente

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