Hija grande a madre enferma
Cuando te ibas en tu simulacro
furiosa con lo puesto por la calle
yo quedaba aturdida.
Al principio no tuve forma
de aprender, atrapada con tu voz,
peor que la peor madrastra
en tus telenovelas.
Vi tantas veces esa escena
que inscribí en la memoria cada una
de sus fases: escape, regreso, reclusión,
portazo. El aullido. Y tu mudez.
Algo aprendí: no podía
evitar que el minué recomenzara.
Pero sí podía ser
su más atenta espectadora.
© Daniela Camozzi
hermoso
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