Lluvia
Un golpe en el parche para que cante la tristeza de la lluvia, la lluvia que todo lo moja, la que se hunde en la tierra y amansa las venas de los volcanes.
Un golpe en el tambor, para recordar las piedras bajo el agua, las piedras que chocaban mientras una corriente acariciadora las amontonaba en el lecho del río.
Ahí era donde todo empezaba: en el agua de la lluvia, la que empapaba hasta entumecer, cuando el coro de ranas comenzaba el concierto; en el agua del río, el que hacía la perfección de los senderos, inquietos, cristalinos.
Lluvia y río. Agua y tiempo. El tiempo que todo lo termina. El tiempo que pasa como agua, pero que no acaricia ni consuela. El tiempo que me moja.
Golpeando contra mi cabeza el tiempo amontona sus piedras.
Soy un dique sin agua, que apenas agradece cuando llueve.
Y sin embargo, cuando llueve, mi memoria de río quisiera celebrar la humedad de lo seco, el verde que perdí, el rojo que amanece.
Mi memoria que es río, mi tristeza que es
río, mi corazón tambor para las ranas, las cantoras del agua que se escuchan
bien lejos, mientras la lluvia limpia las heridas.
© Carlos J. Aldazábal
Muy bueno Carlos! Magnífico elogio de la lluvia que puede sanar el cuerpo de la tierra y el espíritu del ser. Saludo desde Córdoba Alfredo Lemon
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