Hierbacarmen
El aroma a cedrón
trae el fantasma de Carmen.
Ella ponía hojitas en el mate
y olvidaba a los hijos muertos,
la vergüenza de la carne,
la soledad elegida por desconfianza.
Cuando mi abuela arrancaba una hoja de
cedrón
con un movimiento, siempre el mismo,
ordenaba el mundo en ese gesto.
El sol volvía a ser sol,
el agua era de nuevo agua,
el cielo era cielo y ella
era justo ese momento con su nombre.
© Paula Novoa
Ay, qué hermosa sorpresa, Gus! Gracias infinitas!
ResponderEliminarLa belleza de los pequeños gestos-rituales.
ResponderEliminarLas pequeñas cosas que nos trae el recuerdo. Muy bello. Un abrazo Graciela Barbero
ResponderEliminarBello y cálido poema!
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