CHICHA DE
RUIBARBO
Cuando yo
era chica
mamá
cocinaba
el
ruibarbo,
una planta
de tallos rojos,
parecida a
la remolacha
con hojas
más anchas
que mi mano
y radiantes
nervaduras
de color
avinagrado.
Ella hacía
chicha,
la bebida
tradicional
-según
dicen,
de los
pueblos incaicos
quienes la
elaboraban
fermentando
maíz,
aunque en
el sur patagónico
se da mejor
el ruibarbo.
Mamá había aprendido
con sus
amigos chilotes
de Gregores
a utilizar
tallos y hojas
para
preparar
mermeladas
y compotas
de sabor
agridulce
que
esparcían aromas
a canela y
azúcar
y se
servían en la mesa
de lunes a sábado
Los
domingos mamá
cambiaba el
menú
por dulce
de leche casero
para los
más chicos,
-lo
comíamos todavía
tibio,
y ponía una
jarra de chicha
espumosa
para los grandes.
Aunque éramos
pequeñas,
mi hermana y yo
brindábamos en secreto
con los restos
de chicha
que quedaba
en los vasos
y decíamos “skäll”
-a la
sueca,
como
viéramos a nuestros padres.
Después se
nos aflojaban
las piernas,
nos íbamos a dormir
y mamá nos
arropaba
mientras en
el silencio
de la
estepa
sólo
escuchábamos
interminable,
el rugido
del viento.
© Lydia Helander
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