La vida tranquila
Poco llega de las fotos o su brillo real
sobre la mesa desprolijas parecen
parte de otro mundo, otra familia
desprevenida
arrugando las caras por el sol.
Completamos de memoria algunos hechos
sin saber si fueron ciertos o nos
inventamos esos años
cuando corríamos al mar, los padres en la
orilla
gritando que no: la familia atada al cuello
como un tirón de cuerda ante el impulso de un cachorro
la voz, un látigo, un vuelo de pájaro
que pierde fuerza poco antes de llegar.
Corremos con los pies hundidos, dejamos
huellas del tamaño
de una cucharada en la arena, respondemos
al efecto de la tracción, mientras manos
dóciles
nos alimentan, nos abrigan, desenredan
las hebras gruesas de pelo mojado, con
silencio y paciencia
entre toallas secas. Pienso en cómo haré
para regresar a la calma
propia del nido, cómo haré con esta furia
que viene desde el mar:
sería separar a dos amantes
que eligieron mal el tiempo de su amor.
Mientras tanto los padres están ahí
en la parte tibia de la foto
se resguardan en la casa, los hijos, la
vida tranquila
dejan al curso de las cosas hacer
lo que tiene que hacer
sin preguntarse quiénes eran ellos antes
de conformar esta unidad
antes de ser los padres, quiénes eran
a qué otra cosa quisieron con el fervor
de lo que no se puede abandonar.
© Flor Defelippe
Qué bonito!
ResponderEliminarHermoso poema Flor! Silvia Durruty
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