SIESTA
Pasado el
mediodía
cuando
cierran los postigos del almacén de piedra
la tarde se
pone entre paréntesis
y se vuelve
siesta por un rato.
Si es
verano se adormecen las horas en sus calles de tierra
crepita la
copa de los árboles
y en la sombra morera de la plaza
capitulan
los pájaros su vuelo.
Caballos
que arrastran su pereza en baldíos
ladridos
desganados
y gente presurosa
que en
solapado éxodo
deja al
pueblo vacio.
El viento
norte de algún infierno trae
resolana en
sus manos.
Inhóspito
como la rabia
Atropella,
empuja, duele.
La tarde
añora el frágil bullicio de la poca
gente
el prolijo desorden de todo pueblo chico.
Recién
cuando la sombra se pone larga y fresca
hombres y
mujeres se desperezan, salen
a renacer
la vida porque pasó el solazo.
Se levantan
persianas, se hace grito la radio
se
enveredan las sillas
le vuelve
la tarde al cuerpo.
Y se aleja
la siesta otra vez derrotada
hasta
mañana al menos
cuando la
gente encuentre ese breve remanso
en que la
vida vuelva a morir por un rato.
© Jorge Ortiz
Buenísimo,me encantó.
ResponderEliminarSaludos
Anahi Duzevich Bezoz