Espinas
dentro de mí, Padre.
Antes:
¿Quién era el otro niño que salvaba las almas?
¿Recuerdas
a Hilarión y el estigma de nacer siendo una niña?
¿La madre
en el limo donde nacen los vientos?
Antes de
mí: ¿Cómo era el mundo, Padre?
¿Existías
desde el caos con tus ojos perfectos?
¿Quién
salvaba a las almas? ¿Sus rostros? ¿Sus vestidos?
¿Quién
salvaba los ríos? ¿Los árboles? ¿El rastro?
Espinas
dentro de mí, Padre.
Espinas como siglos en la hondura del tiempo.
© Hugo Francisco Rivella
Grande Hugo! Admiro también esa veta religiosa pagana/ atea creyente que inquiere desde tu corazón de hombre al Padre/ Madre del ser. Siempre conmociona y emociona leerte. Te abrazo grande poeta inmenso. Alfredo Lemon
ResponderEliminarHola poeta, importante cuestionarnos, proponer al lector, interpelarlo, me gustó. Abrazo. M. Comelli
ResponderEliminarProfundo poema. Inevitable hacer la analogía religiosa pero este poema la trasciende porque se escucha como un grito profundo de un ser humano.
ResponderEliminarPoemazo de un grande!
ResponderEliminarExcelente poema de un excelente libro que leí y releí muchas veces
ResponderEliminarMuy buen poema, de gran potencia!
ResponderEliminarJesús niño que inquiere.
ResponderEliminarImpresionante fuerza la de este poema.
Verónica M. Capellino
Conmovedor, con interrogantes tan actuales.
ResponderEliminarMuy bueno
Juany Rojas
Que bello poema... cuántas preguntas filosoficas de vida...
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