(La huerta)
Mi hijo
cultivó una huerta.
Con el paso
de los días pudimos apreciar
la verde
transparencia
que el sol
desplegaba a través de las hojas
y los
frutos nacientes. Vinieron después
los
intentos frustrados, las plagas,
aquellos
que no sobrevivieron al viento
o al exceso
de luz.
Diseñó
espacios protegidos, sombras que atenuaban,
abasteció
nutrientes y evitó las sequías.
Algunos
dormían con él;
en esa
habitación crecieron los más fuertes,
los frutos
que parecían vencidos prosperaron
doblegaron
los tallos
y fueron, a
su tiempo, cosechados.
Otros, más
expuestos, murieron sin remedio,
y fue esa
circunstancia
la que
alumbró los límites entre lo que es
y lo que no
puede ser. El elemento más íntimo y secreto,
el que
afirma y el que niega,
mas allá de
la persistencia y el error.
© Alejandro Méndez Casariego
En cada experiencia, se crece, aprende, se capitaliza.
ResponderEliminarFelicitaciones!! B.S.P.
ResponderEliminar"...más allá de la persistencia y el error" la vida y la muerte.
ResponderEliminarHermoso poema.
Verónica M. Capellino Rando
Qué buenas imágenes nos permiten cosechar tanta verdad y aprendizaje. Felicitaciones.
ResponderEliminarMaría Paula Mones Ruiz
El poema dice lo que está escrito, pero más dice después.
ResponderEliminar
ResponderEliminar"el que afirma y el que niega,
mas allá de la persistencia y el error"bello poema!
Muy lindo... Comparto
ResponderEliminarBells imagenes Alejandro descriptivo y solido poema , atrapa Felicitaciones abrazo grande
ResponderEliminarHabitable. Me quedo en él. Un abrazo, Alejandro.
ResponderEliminarGracias amigos, por su presencia y sus comentarios. Abrazos.
ResponderEliminar