Seda roja
La mujer
arrastra el quimono de amapolas
por un
bosque de bambú.
Aprieta
contra su pecho el metal
que brilla
con los últimos rayos.
No lo
esconde.
Es un
pájaro de labios dorados
que se
desplaza en silencio
y las
flores que caen de los cerezos
en un patio
lejano
hacen más
ruido
que sus
pies desnudos sobre las rocas.
Atardece en
los lagos y las fuentes
que se
espejan y adormecen.
Tierra,
mujer y puñal entienden.
Entre las
amapolas
casi no se nota la sangre.
© Washington Atencio
qué delicado estilo de contar un hecho donde el puñal salta bordes! hermoso! susana zazzetti
ResponderEliminarMaravilloso e intenso poema!
ResponderEliminarSí delicado e intenso sugiere mucho, como esas magníficas pinceladas que presenta Kawabata. Gracias! Alfredo Lemon desde Córdoba
ResponderEliminar