La lluvia
se contoneaba como el cuerpo de Cristo.
Le hizo una
seña al fantasma de los abedules,
lo ató a su
hueso.
Las colas
de las ratas brillaban
al entrar
en las alcantarillas.
Este
paisaje tristísimo no es culpa de mi amante.
Él estaba
ahí. Yo estaba ahí.
Y no lo sabíamos.
© Noelia Palma
Qué bello! Hermosas imágenes.
ResponderEliminarBella y lograda imagen de la desolación.
ResponderEliminarMuy bello
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