Escribir en
la naturaleza
se vuelve
práctica tensa
en sus
aires disociados: frente a un río
que recibe
las cadencias de agosto.
Tan cruel,
predicho en las tormentas
y en las
sombras inclinadas
que
aseguran el reto de permanecer
en espera
de lo apropiado.
Para
asegurar su futura maravilla
se exhibe
sin flores, aunque con el brillo
lustroso
que aguarda septiembre
en sus
brotes apagados.
Escribir
sobre lo que en la generalización
de un
catálogo mezquino llamamos
naturaleza.
Es de la
observación
atesorando
brillos
atesorando
conversaciones
arrancadas
como pastitos
en medio de
una noche estrellada y fría
entonados,
acurrucados en el despliegue
multicolor
de unas frazadas.
Es que esta
naturaleza, exactamente esta,
viene
engarzada a un bambú inclinado
en la
orilla de enfrente
y son esas
explosiones en el río
al sol del
mediodía
son las
celebraciones
lo que
hermana, lo que en su viento
se hace familiar.
© Juan Fernando García
Bello y preciso, poema y reflexión.
ResponderEliminarBello
ResponderEliminarHermosísimo el poema. Abrazo grande querido Juan.
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