Salem
Sonreía y
su sonrisa
buscaba
algún reparo.
(Quizás
sepas
que sus
manos de marfil
prohijaban
una pócima blancuzca)
El espejo
la arrullaba
en sueños
sin hogueras
(Recuerdas:
la espiral de los sueños
la caída
infinita)
A veces
canturreaba
en la hora
de ensalmos
cuando las
sombras
profanaban
los rincones.
El
imaginario de la aldea
colegía
rituales o
con
espantada mueca
paladeaba
sus cópulas satánicas.
Ella,
siempre, sonreía
y en su
boca
la savia de
mandrágora
estallaba en artificios seminales
que no cesa
© Daniel Rafalovich
Impactante tu poema Daniel! Que lindo leerte por aquí y entrar el mundo que nos abres. Abrazos
ResponderEliminarBello poema, querido Daniel.
ResponderEliminarGracias por todas las brujas que fuimos, somos, seremos.
Verónica M. Capellino
Graciasm Mariel y Vero
ResponderEliminarGracias, Mariel y Vero
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