Te gustaba cuidar las plantas porque era
una manera de acariciar el futuro, de
acomodarlo…
John Berger
Largos permanecen los tallos en sus manos,
delicada los acomoda uno a uno
en el gesto forma cierta caricia, esa
entrega entre sus dedos
cada ramo es estallido en perfume en
sorpresa plena ella
hace suceder las fresias. John querido: tu
mirada ahí se habría detenido
unas manos marcadas por trabajos, ya sé,
jornadas sin fin del invierno al descampado
el don de cobijar contra viento y marea,
eso
dicen estas manos cuando vuelven a mí en el
corazón del traslado
estoy segura, vos también las habrías
amado, querido John, entre extraños te convoco, surfeo
el malentendido del espacio tiempo que
miente distancias si te encuentro
acá, cuando digo esas manos, su refugio,
casi un nido para mi niña que ayer
cayó rendida apapachada en mis brazos. Una
mirada capaz
conecta rastros, estos que vuelven a cada
persona del vagón
persona como yo, como Mora o la señora de
las flores, trazan un puente invisible, ese que
vos buscabas, John, ahí donde pusiste algo más
que tu confianza. Dentro de la música voy
sin darme cuenta mis manos bailan la
puerta, en equilibrio precario una joven
duerme parada las estaciones que se suceden
y pasan. ¿Cuántas veces yo
recosté la cabeza en una espalda sin nombre
cuántas mañanas
anhelé un subte fuera esas pistas donde una
puede
descansar cuerpo y alma en la legión
extranjera de otros cuerpos otras
almas? Se detiene la línea H: entra el
tumulto de Once, gente sin cara que avanza, tambalea
la chica dormida a mi lado y yo la atajo.
John, laten aquí también
aquellas manos de la vendedora y tu búsqueda,
eso
presente entre cada cuerpo a veces
si abro los ojos, de soslayo, lo siento.
Una a uno somos tallos, ramo
interminable de fresias hilado por cada
mano, también acá cuando ella
despierta y dice gracias en sobresalto. Con
el arranque veloz
su cara es la cara de Mora cada día al
regreso
indómito que la trae del sueño a la vigilia
como yo
convoco tu voz entre nos, John,
confabulemos la arcadia, desdigamos
tanto horror para estos días donde el
imperio contraataca. ¿Cómo
se sostiene cierta esperanza ante el miedo
se hace firme
una mirada? John, equivoco la pregunta si
olvido qué manera
permite frente a tanto ruido
reconocimiento que iguale cada cuerpo, la
medida vasta de su tiempo: apenas
unos días. En la música voy, me repito y digo la historia de otra forma
esta noche apapachada se la contaré a Mora:
hay un joven John, una vendedora
esta chica dormida como yo cuando servía
mesas y temía
cada mañana por llegar. Hay también latido
y tiempo
ese que somos y nos pertenece: uno a una
tallos, flores hiladas sin miedo
por cada mano ante el terror de estos días
que somos y no
no son la arcadia, John, vos los sabías,
confiaste
de soslayo la historia y esta noche yo
se la contaré a Mora. Así en el corazón del
traslado se desdice
el malentendido del espacio tiempo y vamos:
una a uno en la música
interminable de estas manos.
© Andi Nachon
Excelente. Berger, la historia y las flores en cada verso hasta el final. Abrazo, Inés.
ResponderEliminarbellísima esta " entrega entre tus dedos" susana zazzetti
ResponderEliminarAdoro ese poema y el libro. Abrazo andi❤️
ResponderEliminarMe sentí parte de ese ramo.
ResponderEliminarHermoso poema.
Verónica M. Capellino
Precioso poema.
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