Él miró la sospecha.
Ella el atardecer.
Uno veló de gris la intención
de descubrir aspereza
en lo real.
La otra suspiró naranjas y sienas entre las horas,
con tinieblas ocultas
en su historia.
Las cejas de él:
arbusto enmarañado en primavera.
Las cejas de ella:
un recorrido de piel.
El miró la sospecha.
Ella el atardecer.
© Griselda Rulfo
MUY BUENO, CON ESPACIOS DE SILENCIO, A LA HORA AMBIGUA. isabel Llorca Bosco
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