Epitafio
¿Cómo resucita el carnaval después de la
cuaresma?
¿Cómo se sostiene el alma en equilibrio?
¿Cómo se sacude los embates del miedo?
Contrapunto al tango:
miren el cartel que señala la ruta,
el camino al embrión, a lo oscuro, lo frío,
a la misma
placenta.
Otra vez a remar, ya sin corriente,
sin ningún empujón hacia la orilla,
puras manos perversas empujando hacia
abajo.
¿Cuándo resucita el carnaval?
Fuimos felices en la casa del sueño,
todos reunidos nos pensamos posibles
y las horas pasaban tranquilas,
complacientes.
Fuimos valientes en el sol de la siesta,
bajo un resplandor sutil, esperanzado,
que no tardó en opacarse.
Entonces fue la noche,
la certeza de un dios impiadoso
cumpliendo su venganza:
las sombras se agigantaron;
por el cielo, un jinete del apocalipsis
ataba un cadáver a su carro triunfal.
Todos lloramos, abrazados y frágiles,
en nuestro
velatorio,
y al llegar al entierro ya no sentimos
nada.
Así escribimos nuestro epitafio:
estamos esperando
el momento del átomo,
la revancha final,
el gran desquite.
© Carlos J. Aldazábal
Magnífico! Muy bien escrito. Los grandes interrogantes del principio encuentran cauce en la ensoñación que todo lo puede, incluso en la esperanza como una venganza. Con un final triunfante además. Maravilla!. Saludo desde Córdoba, Alfredo Lemon
ResponderEliminarBueno es un poema que en realidad inicia desde la interrogación del comienza, y bellamente se abre a la exégesis de un carnaval y ese ser colectivo que supone. También, la final propuesta de un epitafio que supone el triunfo de la vida y la esperanza, resultan seductores, muy bien.
ResponderEliminargracias
Walter Mondragón