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24/10/20

Poema de Reynaldo Farías

 


Cipriano Farías, mi padre. Albañil, electricista, plomero y por sobre todos los oficios, músico. El bandoneón, lo convertía en un semidiós capaz de transformar la monotonía de la noche, en un sutil vendaval de sonidos. A veces, en soledad y de madrugada, desde una estrella, me asaltan acordes de luna y tango, de magia y sueño, hechizo de nostalgia repartido por el aire. 

 

MEMORIA Y BANDONEON 

 

La mañana huele a nostalgia. 

Descifra un fantasma añil 

              con sabor a mandarinas. 

Maravillosa la rueda 

   donde viajó la infancia 

              calada en el asombro 

                        de mis ojos niños. 

El “fuelle” 

    ángel de la guarda 

        juega a las escondidas 

                        con mi almohada. 

Sin saber, sin darme cuenta 

        bebo el arrullo 

              de acorde y pentagrama. 

Y en ese trajinar 

              de tanto vuelo 

                   tal vez en ese intento 

mi padre me entregaba 

  el costado más alfarero 

             en la fábula de sus dedos. 

Hoy,  la sombra de la ausencia 

       le grita su congoja 

            a un bandoneón sin dueño 

   y una lágrima 

         se vuelve bruma 

                      lenta, mansa 

                            sobre un tango reo.

 

© Reynaldo Farías

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