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31/10/20

Poema de Raquel Fernández

 


PAMELA Y JIM

 

JIM

 

Él podía hacer que la Tierra

se parara en seco.

Podía gritar, podía llorar,

podía cantar e invocar a los espíritus.

Podía alterar el curso de los ríos,

de las lunas,

obligar a la naturaleza a hacer su voluntad.

Podía ser la aguja que pinchara su cabeza globo

y hacer que sus ideas estallaran

y los pajaritos muertos de su corazón

abrieran los ojos

como pequeños Frankesteins devueltos a la vida

por un milagro eléctrico.

 

Él deseaba que ella viviera

o muriera

con una sonrisa infantil en los labios

(no una sonrisa de Orange County,

una sonrisa de pezón y leche,

una sonrisa de muerte satisfecha).

Él escribía poesía

y cuando la nombraba

(cuando la tocaba con las palabras)

los lobos temblaban,

se les hacía agua la boca.

 

© Raquel Fernández

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