PAMELA Y JIM
JIM
Él podía hacer que la Tierra
se parara en seco.
Podía gritar, podía llorar,
podía cantar e invocar a los espíritus.
Podía alterar el curso de los ríos,
de las lunas,
obligar a la naturaleza a hacer su
voluntad.
Podía ser la aguja que pinchara su cabeza
globo
y hacer que sus ideas estallaran
y los pajaritos muertos de su corazón
abrieran los ojos
como pequeños Frankesteins devueltos a la
vida
por un milagro eléctrico.
Él deseaba que ella viviera
o muriera
con una sonrisa infantil en los labios
(no una sonrisa de Orange County,
una sonrisa de pezón y leche,
una sonrisa de muerte satisfecha).
Él escribía poesía
y cuando la nombraba
(cuando la tocaba con las palabras)
los lobos temblaban,
se les hacía agua la boca.
© Raquel Fernández
Magnífico temblor hecho poesía. Vital, celebrante! Alfredo Lemon desde Córdoba
ResponderEliminarUn todopoderoso en veso
ResponderEliminarSe me hace agua la boca! Hermoso
ResponderEliminarSe me hace agua la boca al leer tu poema
ResponderEliminarSe me hace agua la boca! Hermoso
ResponderEliminarBello, como toda tu poesía!
ResponderEliminarFlora L
Bello, como toda tu poesía!
ResponderEliminarFlora L
Cuando la tocaba con las palabras... Qué poder ¡¡ Gracias siempre poeta¡
ResponderEliminarSonia Rabinovich