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11/9/20

Texto de María Rosa Lojo





ESTE ES EL BOSQUE

   Cuando llego, jadeante, mi padre está esperándome sentado sobre un tronco. El aire se había puesto oscuro y empañado un instante atrás, pero aquí, bajo los arcos verdes, la luz tiene un espesor de miel y sólo se respira un oxígeno burbujeante y diáfano.
   Me siento junto a él. Está tan delgado como cuando murió, pero los ojos vivos contradicen su cuerpo.
   --Papá, decíamos ayer que la vida es una herida absurda.
   --Ésas son cosas de los tangos, hija. Aquí nadie vive en vano. Éste es el bosque.
   --Pero decíamos que la vida es una pasión inútil.
   --Ésas son cosas de Sartre. Aquí no hay pasiones, aquí nada es inútil, aquí cada vida sirve a su función. Éste es el bosque.
   Y su brazo –apenas un hueso con las venas tatuadas—agrupa en un solo gesto los robles y los castañares, los pinos y los eucaliptos, los musgos y los líquenes, las espinas del toxo.
    --Pero nacemos y morimos y es como si no hubiéramos vivido y somos apenas hojarasca que se pudre bajo los pies que pasan.
   --Aquí nada se pierde y todo se transforma. Aquí nada muere. Somos la gente de la tierra, las criaturas del árbol, la semilla que florece sin fin. Éste es el bosque.

© María Rosa Lojo

4 comentarios:

  1. María Rosa : gracias por compartir esta escena!!!
    Cariños.
    Teresa Vaccaro.

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  2. El bosque...solo el bosque cuenta... él nos alimenta y nos nutre siempre. Hermoso relato y lleno de sabiduría.

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