ESTE ES EL BOSQUE
Cuando llego, jadeante, mi padre está
esperándome sentado sobre un tronco. El aire se había puesto oscuro y empañado
un instante atrás, pero aquí, bajo los arcos verdes, la luz tiene un espesor de
miel y sólo se respira un oxígeno burbujeante y diáfano.
Me siento junto a él. Está tan delgado como
cuando murió, pero los ojos vivos contradicen su cuerpo.
--Papá, decíamos ayer que la vida es una
herida absurda.
--Ésas son cosas de los tangos, hija. Aquí
nadie vive en vano. Éste es el bosque.
--Pero decíamos que la vida es una pasión
inútil.
--Ésas son cosas de Sartre. Aquí no hay
pasiones, aquí nada es inútil, aquí cada vida sirve a su función. Éste es el
bosque.
Y su brazo –apenas un hueso con las venas
tatuadas—agrupa en un solo gesto los robles y los castañares, los pinos y los
eucaliptos, los musgos y los líquenes, las espinas del toxo.
--Pero nacemos y morimos y es como si no
hubiéramos vivido y somos apenas hojarasca que se pudre bajo los pies que
pasan.
--Aquí nada se pierde y todo se transforma.
Aquí nada muere. Somos la gente de la tierra, las criaturas del árbol, la
semilla que florece sin fin. Éste es el bosque.
© María Rosa Lojo
María Rosa : gracias por compartir esta escena!!!
ResponderEliminarCariños.
Teresa Vaccaro.
Preciosa escena!Abrazos
ResponderEliminarRosa Lía
Bellísima prosa poética, Ma. Rosa.
ResponderEliminarEl bosque...solo el bosque cuenta... él nos alimenta y nos nutre siempre. Hermoso relato y lleno de sabiduría.
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