La memoria edifica de noche
Recordé aquella vez en que mi padre
estrelló contra la pared los anteojos de mi madre, recuerdo de mi abuela.
el cristal de nuestra calma, que ya había
sido señalado en el inicio, crujió
como una rama alta de eucaliptus, que
además de quebrarse, se vendrá a pique, dejará de verse a la distancia.
A los quince años mi padre atacó a mi
madre, entonces, tomé el portarretrato de su madre y lo arrojé por la ventana,
lo arrojé a la noche, a la boca de lobo.
Como una vara de mimbre retorcida por el
fuego, lo que había entre nosotros
la muerte no pudo con el resto
Luego los armarios crujieron de noche,
porque toda herida cruje de noche, como un
cristal
y toda cosa retorcida por el fuego
ahorca como una polera vieja
Ahora las fotos son dientes que rechinan en
la oscuridad
Me estremece el ruido que hace una rama
alta de eucaliptus cuando se ladea y parece quebrarse
Es el brazo extendido de mi padre
que aún amaga con caer
porque soy su blanco, el perro
hipocondríaco bajo su sombra,
una sombra tan nítida y tan reina
siempre encontrando en la memoria
Su propósito
© Laura García Del
Castaño
Bellísimo poema, Laura. Abrazos. Rosa Lía
ResponderEliminarLaura tu crudeza eriza la piel
ResponderEliminarLaura eres única.
ResponderEliminarGuau. Fantástico, como siempre. Griselda Rulfo
ResponderEliminar¿Qué decir cuando el poema se aloja en tu corazón, en tu mente, en tus vísceras, con esa fuerza que le brota desde lo más profundo de la autenticidad? Sólo me queda aplaudir. No es fácil escribir desde el dolor y la desolación sin caer en lo obvio, y tú lo logras.
ResponderEliminarTe mando un gran abrazo y mi admiración.
Juany Rojas
Magnifico. El clima, el tempo del poema...bravo! Fabiana Leon
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