La madre
nos llevó a visitar
la niña enferma.
Ella tenía
dentro de un gran libro marrón
papeles de chocolate.
Abría lentamente
una a una
las hojas
y aparecían
flores doradas
pájaros de plata
frutas
arcoíris que resplandecían.
En su silla de hierro
con una mano pálida
y un lápiz azul
alisaba
envolturas de bombones
y caramelos
tan suaves,
que al tocarlos
hacían un sonido brevísimo
como un ala de mariposa
al quebrarse.
De regreso
perseguimos luciérnagas
hasta la medianoche,
pero recordábamos,
con envidia,
los papeles brillantes de la niña.
© Susana Cabuchi
Maravilloso poema de Susana. Me retrotrae a mis propios recuerdos de infancia cuando la lectura de un libro me parecía lejano y asombroso, hasta que me habitué a ese asombro que todavía me acompaña cuando las alas de la mariposa se despliegan frente a mis ojos y todo el universo cabe en su vuelo. Gracias amiga Susana por la magia.
ResponderEliminarDarío Oliva
Muy bellas imágenes con sonidos conocidos para una situación inexplicable en una edad que solo debiera vivir felicidad
ResponderEliminarPatricia Corrales
Precioso:entre la fragilidad del papel y la dureza del hierro. Abrazo y gracias. Inés Legarreta
ResponderEliminarMe regresaste a mí más tierna adolescencia, cuando pegaba enpen una especieaespecie de diario, los papeles de golosinas que traía del cine de la tarde. Debajo anotaba la fecha y alguna palabra suelta que me ayudara a recordar el disfrute.
ResponderEliminarGracias Susana!!
Susana Giraudo
Hermoso poema. Esos papeles brillantes, ese sonido delicado y tanto, tanto entre líneas para una emoción que nos trapasa.
ResponderEliminarVerónica M. Capellino
Gracias por tan bellas imágenes Susy querida y por tu sensibilidad siempre
ResponderEliminarSonia Rabinovich
Poesía es vida y esa vida aparece en tan hermosas imágenes. Griselda Rulfo
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