Qué
saco de piedras en mi espalda
qué rodillas
las que no se arrodillaron.
qué lejanía Qué estafa de la palabra
qué poder
el de las células.
Un muñeco robótico golpea una y otra vez
el hielo del miedo petrifica el aire
Qué ceguera
no darme cuenta de que es el viento
( nadie más que el viento )
el que mueve los molinos
No darme cuenta de la prescindencia
en el movimiento de las pesadas ramas.
y que la luz cuida
sólo lo que ilumina.
Qué tardía esperanza no invocar el goce
No llamarlo gritando.
© Clelia Bercovich
bueno descubrirse aún tadíamente y permitirse gritar, y decirlo con profundidad y tanta belleza! susana zazzetti
ResponderEliminarCuántos llevan sacos de piedras entre sus vértebras, abrazo, Catalina
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ResponderEliminarBello poema, Clelia, como todo lo tuyo! Teresa Gomez
Profundo y trascendente. Abrazos
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