EL PESO DE LA DESPEDIDA
Parece mentira las cosas que veo
por
las calles de Montevideo.
Jaime Roos
Hermano mío, siguen siendo nuestras calles
las de tu barrio en Montevideo
éstas que hago mías en Rosario
y más allá
las ardientes de Río, Quito o Bogotá.
Nuestro luminoso empedrado
aquella escuela de un posible futuro
adoleciente cuna de amor y vicio chico
desmaya y sangra.
Mi querido hermano
no fuimos nosotros (los de la número 5)
los que rompimos los faroles,
el daño mayúsculo y sin tapujos
lo hizo con la moneda dura y vil
para echarnos de la calle
y dejarnos a oscuras.
Trabajaron parejo
tierra y adoquín por herrumbrada chirola
belleza maquillada de ventanas
y esta carne incrustada de letras
en subasta al peso
en los mejores supermercados de la zona.
Parece mentira mi viejo amigo
la diaria verdad de este golpe sin fronteras.
© Enrique Diego Gallego
(Rosario, 1951-2016)
me fui por las ramas
aquel arce no era verde / ni rojo
irradiaba una luz violeta
derivas del neón en la vereda opuesta
© Marta Ortiz
gracias querido Gustavo, por esta hermosa consigna que elige traer al presente, en su poesía a queridos y admirados poetas que partieron antes. Abrazo fuerte!!
ResponderEliminarMarta Ortiz
Hermosos y profundos ambos poemas Marta! Gracias
ResponderEliminar¡Caramba! Gallego dialogando con Roos, sus tierras cercanas y no tanto, la infancia, las calles donde se esconde el prodigio. Y vos, Marta... ¿se puede en tanta brevedad encontrar un milagro de dulzura, colorido, luminosidad e ironía? Eso, señores, se llama: talento.
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Belkys! abrazo
ResponderEliminarMil gracias por tu hermosa devolución, querido Ricardo! Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarMuy bellos, Marta! Gracias
ResponderEliminar¡Cómo se lo extraña al entrañable amigo Quique! Sus gratas conversaciones difícilmente se repitan con otros amigos. Un hombre de la cultura valioso e irremplazable.
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