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5/6/20

Lidia Vinciguerra recuerda a Enrique Roberto Bossero



Los Rostros 

NO ME QUITES, DIOS, estos ojos de niño.
Este repetido deseo de acariciar
con el asombro de la primera vez,
las mismas calles de siempre
y los rostros queridos.
El encaje de un murallón costanero
que separaba mi mano del río,
la angustia de oxidadas gargantas
en hambrientos buzones aplastados,
y ese otro goce
tan distante
de ver el cielo pegado a un portón enmohecido.
No me quites, Dios,
el deseo de escribir en las paredes,
-pizarrón de la noche-
una simple frase de amor
o una protesta tímida.
De recorrer las calles con nombres de poetas
y hablar con sus gentes distraídas.
De oír la rara música de los sábados
-¿por qué los sábados?
y creer que mañana
todo ha de ser mejor porque es domingo.
Un día volveremos a ser buenos.
Cuando las calles de siempre se vayan transformando
y los rostros queridos se vayan oscureciendo.
Entonces volveremos a ser buenos
y volveremos a preguntar
quién fabrica el perfume de las rosas
y qué brazo sostiene el Universo.

No me quites, Dios, estos ojos de niño.
Las calles de siempre
están llenas de rostros queridos.

© Enrique Roberto Bossero





La tristeza se evade por el hueco de los ojos
sin humedecer párpados ni mejillas.
Se acomoda como puede en los pliegues del cuerpo,
en los inhóspitos dobleces de nuestra identidad
y hasta puede ubicarse
en los más incómodos disimulos.
La tristeza sin nombre es la que no informa.
La tristeza sin nombre es la que se sostiene a sí misma
en la primera sensación de que algo ocurre sin ocurrir.
Y qué hacer con la duda, con la culpa,
con la legítima aceleración que aparece
cuando alzamos la vista
y quien nos está mirando es ese amor,
ese amor que por un instante llamamos tristeza
porque hasta hemos olvidado
las letras de su nombre.

© Lidia Vinciguerra

2 comentarios:

  1. Buena elección Lidia , tu homenaje y tu poesía con ese sentir tan presente por estos días. Saludos

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  2. Qué emoción Lidia encontrarnos con Enrique Bossero, y este poema que lo define tan poeta, porque el poeta tendrá siempre ojos de niño para nombrar las cosas, aunque crezca, será un hombre con sueños, como Enrique.

    Tu poema no sabes cuanto me refleja... aunque yo, como ella, la tristeza, no lo refleje, aunque vos no recuerdes el nombre, ella es amor. Sin nombre.
    Gracias.
    Abrazo
    Maria Paula Mones Ruiz

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