Canto al
río Paraná
Porque a mí
me mintieron geografías
no quiero
creer que en el Brasil nacieras,
rodeado de
verdores y misterios
entre
obscenas orquídeas, musgos y enredaderas.
Me naciste
aquí dentro
en el
preciso instante en que mis ojos
se preñaron
de esta tierra.
Porque te
siento mío, por saberme tu dueña
es que
entiendo tu historia
la de tus
crímenes, la de tu belleza.
Tu
hipocresía de cambiantes tonos
del rosa al
negro, o al marrón violeta.
A veces me
pareces una chica sonrojada y modesta
y otras en
tus derrames de crepúsculos
la
sangrienta ramera.
En un
atardecer de turbación y espuma
toqué tu
comunión con las estrellas
y tus
garras ignotas en anzuelos
curva de
engaños, en tu mentira inmensa.
Tus
ahogados, hijos de las tormentas
con que
perversamente te alimentas
en las
vidas de un limo tumultuoso
que no se
muestran.
Tus
heladas, tu fiera madrugada
y la limpia
navaja de las velas
cortando el
aire helado del ambiente
para
alumbrar las islas, las arterias
cuando
viene esa loca desde el norte
montada en
su potranca de tormenta
enjoyada en
suntuosas lampalaguas
que te
cubre las lúbricas caderas,
tapándose
los pechos espumosos
con verdes
camalotes y dos victorias regias.
Trae esa
boca enorme que al abrirse
devora las
ranchadas que la esperan.
¿Cómo
piensas que pueda perdonarte
esa
crueldad eterna?
¿Cómo, si
no naciendo de mi carne
pueda yo
atesorar lo que no muestras?
Seductor en
las noches encendidas
preñada de
luciérnagas
encantador
de seres que no dejan de sufrir
en tus
islas traicioneras.
¿Qué cosas
les prometes en voz baja
para que no
te escuchen las estrellas
cuando
viene la loca dando gritos
y arrastra
sus viviendas?
Ellos
vuelven. Están hipnotizados
por tu
lengua barrosa de tormentas.
Como una
amante de pródigas caricias y de engaños
en fábulas
morenas
no te puede
dejar quien ha probado
tus manos
limosas bajo la luna inmensa.
Porque fue
el hondo semen de tu barro
igual que
Dios el que me hiciera hembra,
moriré en
tus crecientes cada invierno
para volver
a amarte en primavera.
© Stella
Berduc
Sauce
Cómo hacer
para que un te amo sean más que palabras
más que
cántaro vacío,
cómo hacer
que tenga la suavidad de una caricia
capaz de
erizar las hojas de los sauces
las abuelas
machacaban esas hojas
las hervían
y el té disolvía los dolores de cabeza
arrancaban
las hojas de las ramas lloradas de la orilla del río
de las
finas ramas verticales, las arrancaban
esquivando
la cortina verde, las arrancaban
hojas como
lágrimas
hojas para
calmar el dolor
en
primavera las abuelas jamás tocaban las flores del sauce
había algo
mágico en ellas
un alivio
entre las hojas
a veces las
lágrimas brillan como las flores
a veces hay
que esperar a que llegue el otoño
que toda
lágrima desaparezca
que cada
rama se quede desnuda, vacía
hasta que
todo vuelva a crecer.
© Fernando Kosiak
Qué bueno, he aquí dos excelentes exponentes de la poesía entrerriana, herederos de la tradición de Juan Laurentino Ortiz, Carlos Mastronardi, Alfredo Veiravé... En homenaje a Stella Berduc quisiera transcribir un breve poema que leí en la Antología Federal de Poesía (Región Centro), "Corazón silente": "Hago el amor/ con el magnífico/ que te habita. /No le hagas ruido con el corazón (Puede asustarse)". Y a vos Fernando, felicitarte por tu Premio Fray Mocho 2018 según leí en la Web y por este poema que demuestra tu talento con palabras precisas de tono sugerente: "que cada rama se quede desnuda, vacía/ hasta que todo vuelva a crecer". Alfredo Lemon desde Córdoba
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