UNA MANO
LAVA LA OTRA
-A “La
Agustina” en su cumpleaños-
Pasado el
tiempo, antes de que este nos aleje
definitivamente,
conservando la gracia
y las
deudas de lo filial, te despojé
del lugar
sagrado donde sólo eras madre.
Ambos
aprendimos,
no sin
traumáticas desavenencias,
a cumplir
otros roles.
Fue cuando
el cielo se nos vino encima
y no hubo
brazos con que sostenerlo.
Entonces
fui tu hermano,
el padre
cambiando los pañales,
limpiando
las escaras,
peinándote
con una delicadeza imposible
de ser
imaginada,
dándote el
carmín para los labios,
la sombra
de los párpados, para que sigas
disimulando
y atravieses los soles de la siesta,
así verte
radiante con tu corona de indulgencias.
La ternura
como un gusano
adaptándose
a las formas de tu cuerpo,
adaptándose
a las necesidades,
el
cansancio imposible de ser evitado,
el dominio
que me volvió implacable
a la hora
de vengar aquellos excesos
en el
estado matriarcal,
un acto que
mi hizo santo mientras perdonaba
y pedía
perdón.
Una
revolución en la patria potestad.
© Patricio Emilio Torne
Muy buen poema Patricio. Me conmovió
ResponderEliminarBrillante. Abrazo
ResponderEliminarCuando la vida gira, los roles cambian y se perdona y nos perdónanos. Bellísimo texto. Gracias
ResponderEliminarLos viejos traumas son de difícil superación pero el tiempo y el perdón ayudan y reconforta. No es fácil el camino, lo sabemos. Muy bien escrito en este relato, ese proceso. Saludo desde Córdoba, Alfredo Lemon
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