Eran verdes
las hojas que caían
I
Fue tan
suave que pareció una sábana la hoja que te cayó en la rodilla. Como si
quisiera darte calor.
Dijiste
tengo frío apenas la saqué, pero no puse mi mano. A veces soy muy tonto.
Fue solo en
el agujero pequeño del centro de la hoja que te vi acercándote.
Primero,
verde y celeste: un ojo o un cielo.
Después,
verde y rojo: tu boca como un manantial.
Puse mi
mano en tu rodilla y ya no vi nada más.
© Timoteo Rinaldi
Bienvenido Timoteo a este sitio que pretende difundir a poetas contemporáneos, un abz, Gus.
ResponderEliminarGracias a difundir y apoyar a las nuevas generaciones de poetas. Saludos desde Florida
ResponderEliminarQué hermosísimo poema de amor, sugerente, unido al florecer de la naturaleza. Lo disfruté mucho
ResponderEliminarIrene Marks
me fascina esta delicadeza que sugiere! susana zazzetti.
ResponderEliminarTimoteo: gracias por compartir este poema!!!
ResponderEliminarBienvenido a la poesía!
Tere Vaccaro.
Un poemas sutil y bien logrado.
ResponderEliminarAbrazo Ana Romano.