El brujo ciego
y al final me hago el durmiente
el que adivina la sintaxis de la tierra
el modo más exquisito de decir adiós
oyendo lejanos los grillos
sintiendo crecer -sin quemarme-
el fuego de las raíces
para luego sí afirmar que esto que soy:
no es más que un viento detenido en mis
tibias
un presagio alojado en lo que todavía
sacude mis vísceras
y calmo retoza ante el sabor Blanca
¡vengan entonces!
miren a este durmiente que se reparte en
“hermosuras tranquilas”
nada queda de su vanidad de haber creído
entender a Propercio
o de haber sido “más” que la mano que
escribe
nada sino un traficante que expolia los
temblores aprehendidos
un brujo ciego que adivina la sintaxis de
la tierra
© Rodrigo Galarza
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