Llueve en
la ciudad estremecida entre la vida y la muerte,
llego como
afluente rodeando su piedra,
su ciclo
mineral inmóvil que penetra por las manos
cuando toco
su dureza mojada, solo piedra y signo
todo esta
aquí, sobre este muro gris cuadrado alto de silencios.
Detrás, el
frío a la nada arrastra desprevenidos corazones
al sueño de
las ruinas, esa lenta respiración que desgrana uno a uno
los huesos
a su intemperie infinita.
Delante, la
lluvia arrecia un enero intimo
con una
jaula de aguas desconsoladas,
aguas
negras que bajan a la tierra y se pierden para siempre.
Camino
junto al muro, todo es muro, lluvia, viento,
viaje,
silencio, destierro, lo único que existe en la mañana,
todo es
piedra, muro,
hasta las
máscaras del miedo,
la
encrucijada de la esperanza,
el dios
bueno de los sueños.
© Daniel Arias
muchas gracias Gustavo!! abrazos
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ResponderEliminarSí Daniel. A veces la lluvia es eso. Es un destierro al fondo de nosotros mismos. Es el silencio de aguas que nos inundan el corazón, y es, por suerte, la posibilidad mágica de contarlo.
Un abrazo,
Alicia Márquez
es un buen poema entre intimista y externo. Me gustó.
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