Cicatrices
Un avión
había estado volando días antes.
La
prefectura, silencio de radio.
Aquella
fatídica tarde de domingo de mayo,
con la
radio a transistores pegada a su oído y apoyado sobre la mesada,
mi viejo
escuchaba las noticias.
No eran de
fútbol.
Radio
Colonia de Uruguay le clavaba una estocada a su corazón marino.
Un torpedo
infame se llevaba a sus camadas
-así se
decían entre ellos-
al fondo
del mar.
Otra
fatídica tarde de no hace mucho
mi vieja
desconsolada lloraba
(muchas
madres, muchas mujeres, muchos, muchas lloraban)
frente a la
pantalla del televisor.
Cuarenta y
cuatro vidas también se perdían en el fondo del mar.
José era el
pescador que me golpeó la puerta de la habitación del hotel para despedirse.
La fría
corriente de Puerto Madryn proponía una buena pesca y una mejor paga.
Once se
ahogaron
cuando el
barco maltrecho
dio una
vuelta de campana.
El mar,
al que mi
abuelo me ayudaba a mirar de tan gigantesco y azul,
me ha grabado cicatrices.
© Sergio Gustavo Soler
Doloroso poema testimonio que refleja tan bien a ese gigante padre benefactor y castigador que es el mar.
ResponderEliminarUn abrazo
Juany Rojas
El poema duele, conmueve, pero es necesario. Muchas gracias, poeta!!
ResponderEliminarGenial Sergio! Pero doloroso.
ResponderEliminarCuanta tristeza en este poema. Cuanto dolor. Tus cicatrices poeman.
ResponderEliminar