MERECIAS UN
AMOR
Tú dulzura
escondida, tras tu estructura de erudito.
Con tu voz
acompasada y tus pequeños ojitos,
Con ese
temor, vaya a saber a qué,
Con la
ilusión de volver a ver el sol.
Con tus
comidas sencillas, y tu café de los bares,
Y tus cenas
en lo de tu amigo, el conocido Casares.
Tus chistes
de niño genio, que a Silvina enervaban,
Y tus
charlas en la sala con tu amigo del alma.
Tus
caramelos antes de dormir,
Y tus
charlas con tu madre muerta,
Por qué
guardabas tu sufrir,
Por qué siempre
le abrías la puerta.
Tu cobardía
de no pelear por el lugar de tu descanso,
Y esa mujer
que se hizo dueña de tu espanto.
Si al menos
una vez hubieras gritado.
© Mercedes Raquel Enrique
Belleza. impotencia y dolor
ResponderEliminarFlora levi