CIUDADES
Nubes como
colchas cubren todo el cielo.
Lluvia de
cuchillos caen sobre los techos descascarados
destiñendo
la quietud de las terrazas.
Ciudades.
Vi ciudades
completas caer después de las lluvias.
Las
bocacalles reventaban como líquido eructo
y las
avenidas daban saltos eléctricos de ranas
en medio
del agua, sin hallar el corazón
del horror
del mundo fisurado.
Ninguno de
los dioses en los que creían
vino a
socorrer a los ahogados.
Luego –y
mucho después de esos diluvios—
el sol
golpeó sus parches con un hueso
salado de
hombre prehistórico.
Las
ciudades bebieron todas las reservas de vino
que habían
ocultado durante milenios
y –sabios y
festivos— dieron a sus tripas y a su sudor
el alimento
de grasa crujiente
que ardía
en las parrillas de los festivales.
Todo
recomienza en las ciudades
siempre, es
la ley del amor urbano.
Todo renace
en las ciudades,
como la
explosión del sol cuando amanece.
© Aníbal Costilla
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