(En la sala “La tortura” de la expo Le Parc
– CFK, agosto/19)
Se
puede baldear la escena pero no se puede borrar el crimen. Se puede frotar
hasta que desaparezca el último rastro de sangre, pero lo irreparable seguirá
ahí. Lo sucedido sucederá una y otra y otra vez. Ad infinitum. Los gritos, las
súplicas, las puteadas resurgirán como la tinta invisible. Hubo vida ahí. Ojos
entenebrecidos bajo crudas luces fluorescentes. ¿Para quién aullaron esas
bocas? ¿A qué dios saludaron esos morituri?
© Paulina Juszko
Un poema que golpea fuerte y angustia.
ResponderEliminarUn abrazo Ana Romano.