Para cruzar
el infinito
hace falta
una infancia.
Leopoldo
Castilla
Estar de
pie ya es un conflicto.
Benjamín
Prado
La foto que
más recuerda
de su yo
chiquita es metida hasta la cabeza
en un pozo
en la arena,
Pinamar, al
costado de las carpas,
los hombros
ardidos, el pelo largo
y sonrisa
de verano.
No puede
definir el año,
eran mil
pozos por temporada,
edad tras
edad,
desde la
mallita de volados
hasta la
pudorosa entera de después.
Compromiso
inapelable:
cavaba
ancho y profundo
sin pensar
en claustrofobias ni lunas amenazantes.
Palas,
baldes, las uñas rotas,
todo valía
para llegar a la pertenencia del agua.
Hacia la
tarde empezaba a aparecer la humedad,
la arena se
volvía oscura y firme,
y por fin
el manantial y el pozo adueñándose de ella.
Antes de
volver a sumergirse
anduvo
mucho caminando sola por la orilla.
Ahora tiene
la salinidad de él todavía en la lengua,
sueña con
el mar:
ella
hundiéndose, ella nadando a la luz,
hundiéndose
de nuevo.
Imágenes
deshilvanadas de otro compromiso,
como si
todo dependiera del simple deseo
y no de las
mareas y los vientos
y los
campos electromagnéticos,
de los
nudos de la soga o del termómetro.
Como si no
hubiera ahí, afuera del pozo,
tantos
depredadores.
Como si no
necesitáramos ser sobrevivientes
cada día de
cada noche de cada verano
sabiendo
que podemos
sostenernos
de pie uno al otro.
Inconstantes
mariposas marinas
pronosticando
la lluvia de mañana.
Compromiso
inapelable el del pozo,
éste de
confiar en su yodo sobre ella
para
simplemente decir sí
en la
certeza de que la sal
nos dará
siempre más sed.
© María Laura Coppié
muy bueno poblado de imágenes y matáforas me encantó Abrazos, MaríaLaura
ResponderEliminarBello Bello!!
ResponderEliminar¡Hermoso! Muy vaivén de mar, muy Malala.Y la cereteza de la sed, contundente.
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