Geografía
No hay una
sangre que licúe su esencia
en esta
abigarrada geografía de su cuerpo.
No hay un
silencio que con su algarabía
de soles
difusos
penetre en
sus profundidades
ni un
camino de vándalos al acecho
que
importunen ese germen de tibieza
que la
atraviesa de la cabeza a los pies.
No es la
del juego incendiado de espinas.
La que
dinamita
el tiempo
de figuras borrosas.
La de las
trenzas con moños
que corría
por los andariveles de la tarde
persiguiendo
animales festivos.
Ahora la
desafía sin gestos
con su
mirada que viene de lejos,
tan lejos
como aquellos abuelos errantes
que nunca
regresaron.
La
recrimina por actos inocentes,
muertes
prematuras
y esa
dulzura...
cuando
recuerda al paraíso
de flores
azules
que
destrozaba la vereda
pero se
hacía perdonar con su perfume
de tantos
octubres.
Se mira, se
rastrea por dentro
sin
fracturas
con sus
manos abiertas a la luz
que la
posee silenciosamente
como un
fuego que la abrasa y libera.
Parada en
esa esquina de su vida
respira
cada centímetro
de su
existencia
y agradece
la dicha concedida.
© Beatriz Minichillo
Está muy bien el poema, de entrada esa antítesis del silencio, y ese rastreo con alegóricas imágenes que sugieren varias épocas vividas.
ResponderEliminarmuy bien
Walter Mondragón
Muchas gracias, Walter
ResponderEliminarBello
ResponderEliminarPatricia Corrales
Gracias Patricia
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