TRABAJO MANUAL
Para que las manos no sigan desmayadas
esta noche se ha sentado frente a una pieza
para ebanistería,
que intentará tallar. Tiene dibujos que no
tiró en su momento,
calcados por las mujeres de la casa hace
cien años.
Toma la gubia y va a lo más sólido de la
madera. Y brilla,
como si hubiera almacenado el antiguo
saber. Las manos
van coloreándose por el delicado esfuerzo
de volver a vivir.
Hace una guirnalda vegetal que sombreará de
oro.
Quiere espiar la expresión de su cara y se
pone en busca…
en busca de un objeto… hasta que se ve
tímidamente feliz,
pues en el agua del ensueño
creyó haber usado sólo las manos (y esto
era poco).
No le han cerrado todas las puertas de la
ciudad.
Pero en algo sigue igual: no está en “la
luna de Valencia”,
sino en el centro de la mágica luna de un
espejo.
© Isabel Llorca Bosco
el poema deliberadamente prosaista del comienzo se vuelve ambiguo y mágico al convertir el personaje en reflejo que se mira y le da alas.
ResponderEliminarExcelente.
W.M.