Ayer vino la lluvia.
Los desvelados:
trabajadores compulsivos,
parranderos adictos,
veladores de estrellas,
creadores nocturnos,
insomnes amorosos,
sintieron su presencia.
Ayer vino la lluvia
con su fulgor electrizante
y pudiendo golpearme
con su fuerza
solo me besó la espalda.
Entró por el jardín,
guardaron silencio los jazmines,
y la berta le ofrendó su aura.
El mandarino que duerme
con sus frutos siempre a él sujetos
se arrodilló ante ella
y como un Juan Diego,
abrió su zayal
mostrándolos.
La dama lluvia
salió por la puerta grande
Con su propia banda
-Tambora grande en pueblo chico-
se anunció en la plaza.
© Carmen Amato
Muy hermoso, imágenes definidas que nos cuentan con ritmo.
ResponderEliminarUn poema encantador. No me gusta la lluvia, pero en tu poema la amé.
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