EL DESQUITE
Salí
a lavar la
ropa bajo el sol
porque era
tibia la luz sobre los patios
y era
hermosa
mi mano
sumergida
en el agua:
un pez
salvaje atravesando mares blancos,
en busca de
dios sabe qué aventura
escondida
entre las
pilas de la ropa.
Tengo la
piel,
me dije,
de mi
abuela,
yo también
envejeceré de pronto
como si una
noche cayeran sobre mí todos los años
y me pondré
viejita
y sin
remedio.
Me
temblarán las manos,
como a
ella,
con el
temblor que traemos en la sangre
como otros
traen el cáncer y las pecas.
Pero ahora,
soy dueña
de unos magníficos reflejos
y mi dedo
destroza,
minucioso,
las
estúpidas burbujas de jabón.
© Mariana Finochietto
Lindo, dulce,tierno, como todos los tuyos que he leido hasta ahora.Abrazos, Marta
ResponderEliminarMil gracias!
ResponderEliminarTan hermoso... siempre la cotidianeidad, matizada con tu poesía. Gracias!
ResponderEliminarJuan C. Rodriguez
Muy buen texto. Eleva lo simple, cotidiano, a categoría estética. Gracias. Un beso grande. Adriana Dirbi Maggio
ResponderEliminarPrecioso!
ResponderEliminarPatricia Corrales