Dicen que
era un ermitaño,
lo imagino
sentado sobre una piedra
y detrás
una casa con esposa abnegada.
Más
borrosamente veo algunos hijos.
Nunca
llueve pero está nublado.
Sus
zapatillas marrones sobre la piedra:
un buen
lugar para tender la ropa.
Dicen que
era un ermitaño,
pienso que
a mí también me gustaría
un lugar
igual, ni siquiera pulido,
desde ahí
puedo pensar en un caballo,
en fuego,
agua y madera,
en el
trabajo silencioso de cientos de abejas.
© Luciana Ravazzani
Excelente.
ResponderEliminartransparente, delicado. un logro. susana zazzetti.
ResponderEliminarUn lugar atractivo como el poema, a pura naturaleza.
ResponderEliminarUn abrazo.
Betty
qué sutileza de lo apacible!. me gustó!.
ResponderEliminar