A la orilla
del beso
en la
agónica alondra de esa lengua
las olas
van y vienen, desde lejos,
desde la
lozanía
donde no
queda ni un gorjeo.
El sol
viaja, rotundo,
y su olor a
caballo
galopa
con una
flor urgente y amarilla.
No sé dónde
está el túnel de la furia
ni el satén
de la sangre
ni aquel
repiqueteo que maldice
un dos tres
un dos tres
en los
tambores de la espera.
Las
preguntas acechan
brillan sus
dagas.
Ha llegado
la hora.
Moriré.
Un poema que con su ritmo e imágenes nos van transportando nos conduce a lo habitado por la poesía . Gracias,Lili.
ResponderEliminarHermoso poema Olga, un gusto leerte.
ResponderEliminarSaludos.
Anahí Duzevich Bezoz
ResponderEliminarTremendo poema, corazona.
Un abrazo,
Alicia Márquez