Sólo
escucho a la niña
Aprendí
mucho de ellas, dice mi hija
por
teléfono y comienza a nombrar
a abuelas,
madres, tías… en la casa
que queda
al pie del cerro, me enseñaron
a bordar,
pirograbar, a hacer flores
de papel
para los muertos. Me contaron
historias
de mujeres, amores de ellas
mismas:
alguien le decía mi tusquita,
otro entró
a la historia del boxeo,
un cantor
cantaba soy del treinta,
un gringo
que pasaba por los campos,
una de
ellas sedujo a un hombre joven,
otra se
olvidó un día del marido,
y otra… las
nombro como un mantra,
dice,
Francisca, Cleofé, Petrona, Arcadia.
Laureana,
Gregoria, Gioconda,
Juana,
brotan sus nombres en el teléfono,
mientras la
niña tapa con balbuceos
su voz de
madre. Y entonces ya no escucho
sino a esa
niña que habla con la fuerza
de lo que
nace, como debe ser.
© María Teresa Andruetto
Tere querida, qué bello poema y escuchar
ResponderEliminar"como debe ser". Abrazo!!
Interesante y original manera de describir la realidad inventada,Bravo!. Abrazos, Marta
ResponderEliminarVersos q restituyen. Gracias!
ResponderEliminarimpresionante ofrenda!!!!gracias!!!
ResponderEliminarmaria del mar
Son tan importantes las abuelas ,para una niña sobretodo.Bordan en uno la vida misma y nos remonta a la ternura. Me encantó!
ResponderEliminarUn poema con recorrido ,que nace y crece "cómo debe ser".
ResponderEliminarComo siempre, genial!
ResponderEliminarHola María Teresa: en tu poema cada nombre va cobrando sentido con su historia. Revalorizás el valor de la memoria, tan importante, no sólo en lo histórico, donde es esencial, sino en lo íntimo, en lo que nos toca nos referencia conmoviéndonos.
ResponderEliminarUn poema que tiene una lectura muy profunda. Lo disfruté mucho Irene Marks