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12/6/19

Poema de Isabel Llorca Bosco




A FEDERICO GARCÍA LORCA

“Eres el espejo de una Andalucía 
que sufre pasiones gigantes, y calla. 
Pasiones mecidas por los abanicos 
y por las mantillas sobre las gargantas 
que tienen temblores de sangre, de nieve 
y arañazos rojos hechos por miradas, 
F.G.L.”Elegía” Libro de poemas 


Cara, cantó la mesa de la noche. 
Y la anciana levantó su voz de rezo y de leyenda. 
En la cara de la luna 
quedó cautivo un leñador con su haz de árboles rotos. 
Bajó a la obra de Lorca, en un mágico momento, 
cuando desde lo alto descendió la poesía. 
Baja al monte el leñador de cara enharinada; 
en el reverso, la cruz 
porque los rayos de la plata fría 
buscan  la sangre alborotada y caliente como un tálamo. 
La busca el ángel de los poetas. No, su musa. 
Tal vez su duende, por seguir sus tres palabras 
y su infatigable faena, que parece simple y fluida, 
es un tejido barroco con todo el material del universo. 
No habla ni escribe si su palabra no tiene sombra. 
Busca la sombra de la muerte, vieja como el mundo, 
que con alas de murciélago hace creer que protege. 
Con tu “cuchillo abandonado en el  aire”, luna, 
corta la flor, corta el fruto, corta el árbol y el porte 
de esos jóvenes que, en vano, 
quieren la vida del río que miente 
convirtiéndose en cielo. 
Ahí está, Federico, tu finísimo saber, clásico, romántico vanguardista, 
popular, el saber que te dieron tus nanas, sus  cantares de pueblo 
 Tu teatro “La barraca”. La verdadera vida para todos. 
 Tuviste tiempo, no sé cómo te alcanzó, para hacer el mundo más extraño y encantador. Y mostrar lo más tremendo. 
El río reluciente, la sangre derramada. 
Las mujeres encerradas y mudas, rebelándose 
tras los jardines de hierro forjado 
que guardan la fragancia de la pena. 
En vano fluye la sangre y el amor se vuelca, se pierde. 
En vano quedaron  rejas.


© Isabel Llorca Bosco

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