Tantas formas de alejarnos del suelo
IV
Subo los escalones hasta la base de madera
sobre el árbol donde se inicia el
recorrido.
Son varias plataformas que se encuentran
en la altura de las copas medianas.
Después de los preparativos de rigor,
mis pies pierden su apoyo.
Los dirijo hacia adelante,
extiendo mis piernas también;
tengo las manos agarradas por encima de mi
cabeza,
todo mi cuerpo avanza constantemente
mientras pende de la línea de vida:
velocidad, velocidad, velocidad.
El fresco viento confirma el movimiento
que se extiende segundo tras segundo
a la altura de los árboles.
El suelo quedó a suficiente distancia
como para ignorarlo
y entregarme al abrazo del aire
durante todo el recorrido.
Entre una base y la siguiente
contradigo todo lo esperable para mi
especie.
Mi cuerpo es una sucesión de estados
que no terminan de ser
mientras dan lugar a otro
negando el gobierno de la gravedad.
La tirolesa y su ficción de vuelo
me recuerdan aquel sueño tantas veces
repetido
en que el deseo de planear
se cumplía sin explicación,
con esa certeza de que todo llega,
hasta lo que creímos imposible siempre.
© Valeria Cervero
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