Nombres
atados en extraños nudos,
hijos de
cuerda floja.
Y cae el
verano
saturado de
abalorios.
Del antiguo
mar llega el impulso
de abrazar
una suave prenda en el recuerdo,
una calidez
en peligro de extinción.
Y
secretamente ruegas, reclamas lo divino.
De un
antiguo mar
nos queda
la sal
que viene a
escribir los nombres.
© Paura Rodríguez Leytón
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