UN
ASTRÓNOMO RUDIMENTARIO
Me gusta
recostarme a ver las estrellas,
si es en el
pasto de una noche plácida
mucho
mejor. No sé nada de ellas
pero por
suerte somos hijos de algunas
tradiciones
que nos hacen “tocar de oído”.
De algún
modo aprendí que hay un ordenamiento
una
sistematización de las denominaciones estelares
y límites
de las constelaciones. Que Benjamín Gould
luego de
consultar con otros astrónomos define
esos
límites constelacionales que se publicaron
en el atlas
y catálogo de la Uranometría Argentina,
que muestra
las posiciones y brillo de todas
las
estrellas visibles en el Polo Sur. Pero yo,
a decir verdad,
nunca fui más allá de encontrar
las tres
marías
la cruz del
sur
y los siete
cabritos.
Nombres que
lejos de lo científico
fueron
certezas en el cielo de la niñez.
Confirmo,
además, que la Vía Láctea
en el
litoral es densa y poderosa
como una
nube volcánica,
que en la
Patagonia tirarse a mirar las estrellas
es algo que
bien podría relacionarse con lo sublime.
Todas
cuestiones subjetivas, ya lo sé,
pero que
están dentro de mis percepciones
como un
catálogo propio.
Un mapa por
donde se desliza
el
astrónomo rudimentario que habita en mi,
ese que
permite seguir viendo
el brillo
de las estrellas
con la
emoción al borde del colapso
como quien
es bendecido
porque
confirma que aún
es parte de
una aventura sideral
y está
mirando el corazón del mundo
sin que
haya ciencia que pueda explicarlo.
© Patricio Emilio Torne
Precioso
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