Elegía
nocturna
II
Pero es
mezquina la noche. En un punto
el manto
que cubre e iguala las terrazas
se deshila.
Desnudo, el paisaje de los techos
clausura la
zozobra.
No hay
secreto ni duda, tampoco
entonces
esperanza.
Luz
insensata, indiscreta, asertiva,
ilustra la
falta propia y la abundancia
ajena de
las torres y las cúpulas.
Ya ni el
resentimiento acude:
es el
momento de la retirada.
Extenuar en
ceremonia el último cigarro,
y a cada
cosa presente o ida
darle en
cuentagotas una dosis de olvido
como quien
alimenta en secreto a un fantasma
o a un
ángel.
© Alicia Salinas
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